La batalla de Noreya

La batalla de Noreya

Los cimbros eran un pueblo escandinavo oriundo de la actual Dinamarca, posiblemente por una prolongada sequía que provocó hambruna en la zona se vio obligado a dejar las tierras de sus antepasados y emigrar hacia el sur.
 
En germanía se le unieron los teutones y otras tribus menores en su peregrinar hacía el sur, otras tribus no obstante, ante el temor de que se asentaran en sus territorios les plantaron batalla, como sucedió con los escordiscos, a los que tuvieron que derrotar para cruzar sus tierras y continuar su viaje.
 
Cuando más se aproximaban al mediterráneo, más escuchaban hablar de un gran imperio en el sur, imperio con un poderoso ejército que luchaba disciplinadamente y que eran muy obstinados.
 
Sobre 113 a. C. llegaron a la tierra de los tauriscios, en Nórico, al norte de Italia, tras los Alpes, más allá estaba el poderoso imperio del que tanto habían escuchado hablar, y eso pareció frenarlos.
 
Los tauriscios eran aliados del Senado de la república romana y no tenían tropas suficientes para expulsar a los cimbrios de su territorio por lo que solicitaron la ayuda de Roma para tal fin.
 
Los senadores romanos se alarmaron ante las nuevas de Nórico y reclutaron un ejército para expulsar a los cimbrios  de las tierras de sus aliados tauriscios.
 
En 112, el cónsul Cneo Papirio Carbón fue designado por el senado para dirigir la expedición de ayuda a los tauriscios, seguramente lucho en el senado contra el otro cónsul por obtener el mando la expedición.
 
Carbón vio en la expedición una oportunidad que no podía dejar pasar, hacía tiempo que Roma no tenía una guerra de envergadura y su formación militar era precaria, pero solo se era cónsul por un año y si derrotaba a los cimbrios sería el salvador del imperio, tendría un triunfo y le sería más fácil alcanzar el cargo de Censor, una oportunidad que no tuvieron otros cónsules, Carbón tenía que derrotar a los cimbrios, tenía que haber guerra.
 
Carbón acampo sus legiones cerca de Aquilea, tomando posiciones defensivas, fortificándolas fuertemente, luego envió emisarios a los cimbrios, ordenándoles que desalojaran las tierras de sus aliados tauriscios.
 
Los cimbrios observaban a los romanos, eran muchos, eran disciplinados, estaban bien armados, habían oído hablar de ellos y de su obstinación, había escuchado que su imperio lo habían construido de derrota en derrota hasta la victoria final, ahora estaba allí frente a ellos, rápidamente se apresuraron a negociar con Roma.
 
Carbón no estaba dispuesto a perder la oportunidad que el destino le había deparado, habría guerra a toda costa, ideo un plan para emboscar a los embajadores cimbrios y atacar y destruir a los germanos, su triunfo y el cargo de censor estaban a su alcance.
 
Pero uno de los guías de los embajadores germanos los avisó de la traición romana, y estos actuaron rápidamente, paradójicamente esa rapidez germana será la clave en todos los enfrentamientos entre Roma y los germanos, siempre que Roma se enfrente a los germanos y sean los romanos quienes elijan el terreno y desplieguen sus legiones, vencerán los romanos, si son emboscados, lo harán los germanos, los romanos precisan tiempo y espacio para formar sus legiones y hacerlas maniobrar, los germanos improvisan, atacan rápidamente y desaparecen.
 
En este caso los romanos prepararon una emboscada y fueron sorprendidos por los germanos. Unos 30.000 legionarios romanos fueron sorprendidos por unos 70.000 guerreros guermanos, la lucha se alargó todo el día y solo ceso por una fuerte tormenta, la superstición germana que atribuyó la tormenta a la ira de sus dioses evitó la aniquilación total de las legiones de Carbón, la mitad de estás, unos 15.000 romanos yacían en el campo de batalla, el resto logró huir junto al cónsul.
 
Roma se temía lo peor, con sus legiones diezmadas, el asalto a Italia era cuestión de días, pero no fue así, los cimbrios desaparecieron misteriosamente rumbo al oeste, a las Galias.
 
Carbón fue desposeído de su cargo y el oprobio se asoció a su nombre, el hombre que soñó con un triunfo y con ser censor era sinónimo de ignominia.
Roma vivió unos años tranquila, pero los cimbrios volverían….
 
 
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